viernes, septiembre 22, 2006

Despidiendo a nuestro Nono

...lindas palabras el dia de su funeral:


Hace 11 años que no estábamos todos juntos. Fue cuando el Nono cumplió 80 y logró, con su personalidad fuerte, subir la familia completa arriba del Skorpios hasta la Laguna San Rafael. Con esta idea consiguió su objetivo: nadie podía arrancarse y al mismo tiempo nos convertimos en el grupo de personas de un mismo apellido más grande que participara en este panorama. Y pese a que cada mañana nos despertábamos más temprano de lo que nos hubiera gustado –y con un curioso canto de pájaros que salía por todos los parlantes (menos por el de Pablo que logró desconectarlo)- lo pasamos increíble, al igual que en los largos veranos en que crecimos en su querido Villarrica.

Si, porque gracias al Nono y la Nona –hablar de ellos por separado es casi imposible, más que mal fueron cerca de 70 años de matrimonio-, de diciembre a marzo Rayentray se convertía en el punto de encuentro familiar y desde muy chicos éramos partícipes de sus temas favoritos en los almuerzos familiares: Sabrosalsa Deyco, el Festival de la Una, betún Virginia o la Chancaca, por la que frotaba sus manos cada vez que llovía y aumentaban las ventas. Más tarde, con el avance de los años el tema de las cuentas era su principal deporte y el mejor panorama: sacar cartola en la sucursal de 6 norte.


Empresario de tomo y lomo, nos enseñó nuestras primeras lecciones de marketing. Cada viaje al pueblo llevaba de por sí una pasada por el supermercado en la que misteriosamente los productos Deyco pasaban a ocupar el primer lugar de la góndola y los de la competencia prácticamente desaparecían. O cuando llegaba a la casa con lustrines pintados por él mismo y les hacía a sus hijos votar por cuál les gustaba más. Más tarde siguieron con la tradición los nietos, quienes lucíamos orgullosos poleras con el logo de Deyco como si se tratara de la marca de moda, y que junto a la creatividad de Fernando, el mayor de sus 4 hijos, pronto invadieron tablas y velas de windsurf o cualquier cosa en que el pintor de la fábrica pudiera desarrollar su creatividad.

Sus problemas a la vista nunca fueron un impedimento para lograr lo que quería. La Nona, su aliada incondicional, tejía mientras esperaba pacientemente que terminara una reunión. Nada lo detenía cuando se le cruzaba algo en la cabeza, y generalmente ese algo tenía alguna relación con la electricidad: Las perillas eran su debilidad, tanto así que la Sandra pensó en ponerle algunas en el bolsillo para que no las echara de menos. Y más de algún nieto llegó a perder la paciencia cuando quería programar personalmente el riego automático, los equipos de música o las grabaciones del VHS.

Orgulloso de sus orígenes y bueno para viajar, era fanático de Italia y de la Juventus. Ahora debe estar gozando con el triunfo de la Azzurra en el mundial de Alemania, lo que tiene una doble satisfacción. También era amante de la pesca y un astro para el poker, los viernes y sábado eran sagrados en su casa de la calle San Martín, y la Nona, pacientemente, lo regaloneaba mientras él gozaba con sus amigos hasta altas horas de la madrugada. En lo que no tuvo tanto éxito fue en su intento por jugar golf con Giancarlo Maschietto, lo que lo llevó a confesarle a la Sandra que era bueno para pegarle a la pelota, pero no tenía la menor idea para dónde partía después que le pegaba.

Fue el menor de 7 hermanos y pese a ser el regalón de sus padres, de niño lo mandaron a estudiar a Italia, en el Instituto San Giuseppe, para luego recibirse de Contador en Torino donde creció su amor por la música y lo hizo desarrollar unos insospechados dotes de cantante. Estricto y exigente como padre, fomentó en todos sus hijos el amor por el deporte y la vida al aire libre. Cuando Fernando se enfermó, partio a Santiago a hacerse cargo de la fábrica. Ahora deben estar los dos juntos tomándose un Campari y mirando con orgullo este familión; especialmente a su única “niñita”, la Sandra, su chochera y principal víctima de sus regaloneos. Su segundo hijo hombre, Lorenzo, convirtió Villarrica en su centro de operaciones y en el pueblo es más famoso que el alcalde, lo que tenía al Nono lleno de orgullo; y por último el conchito, Pablo, quien logró torcerle la mano varias veces y que junto al resto de los Demaria Luchinni juntaron 13 nietos y 21 bisnietos, más alguno en camino… Y aunque al final el Nono ya no tenía mucha idea de cuál era cuál ni quién era quién, decidió simplificar las cosas, y de un día para otro, todas mis hermanas pasaron a llamarse “Marcelita”, y los bisnietos no tenían nombre, pero el encantaban.

Las vueltas de la vida, cuando partió, paradójicamente estaba en Villarrica más de la mitad de toda su descendencia. Parte de los de Santiago, los de Viña y los que decidieron quedarse a vivir en el Sur.

Por eso ahora sólo nos queda darle las gracias al Nono y la Nona por habernos enseñado el valor de la familia y por permitirnos pasar momentos imborrables que hicieron de nuestra niñez una época muy feliz en el Rayentray que crearon hace más de 40 anos.

Y también queremos darle las gracias a la Sandra ya que con su cariño, dedicación y amor cuido a su papá hasta el último minuto, y nos dio a todos la posibilidad de conocer a un Nono que con el paso del tiempo se puso cada vez más cariñoso, divertido, con el comentario de doble sentido a flor de piel, y sobretodo enamorado de su mujer, la Nona.


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